Archive for junio 2021

Domingo 14 del Tiempo Ordinario (B)

junio 30, 2021

Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5 Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos

En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, oí que me decía: – «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor.” Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»

Sal 122, 1-2a. 2bcd. 3-4 R. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 7b-10 Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo

Hermanos: Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.


Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6 No desprecian a un profeta más que en su tierra

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: – «De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: – «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

¿Es posible ser profeta en la propia tierra?

La vocación profética es una forma peculiar de vocación religiosa. En el antiguo Israel existían tres formas principales de “unción” (el ungido es, precisamente, el “Cristo”, el representante de Dios): el sacerdote, el rey y el profeta. Pero el profeta, a diferencia del sacerdote y el rey, ejerce un ministerio no institucional, es decir, carente del soporte de una institución (el templo o el poder político) que confiere a ese ministerio autoridad, poder y protección. Y, aunque existieron también profetas de corte, profetas áulicos, los verdaderos profetas de Israel fueron gentes desligadas de esas instituciones sagradas, a las que criticaban con libertad.  

El profeta es, pues, uno que, suscitado por Dios, carece, sin embargo, de signos externos de la elección. El signo de la misma es sólo la fuerza de la Palabra que transmite, una Palabra desnuda, directa, libre, pero también sometida a riesgo, precisamente por la falta de apoyo institucional. Profeta puede ser cualquiera, uno del pueblo, por medio del cual Dios habla con entera libertad. Se expresa así, al mismo tiempo, la cercanía de Dios y su independencia de las domesticaciones intentadas por el poder político o religioso. Es decir, Dios puede hablar por medio de uno cualquiera, y cualquiera puede hacerse disponible para hacerse portavoz de lo que Dios nos quiere decir. No hace falta que sea depositario de revelaciones o visiones extraordinarias. Basta que esté a la escucha y transmita con palabras y obras lo que en esa escucha ha descubierto.

La cercanía tiene la ventaja de la inmediatez. En cierto sentido, la autoridad del sacerdocio institucional y, con mayor motivo, del poder político, están muy mediatizados, y el mismo carácter institucional, que protege y da autoridad, encorseta y pone sordina a la palabra así transmitida. Los que ocupan esos puestos dicen lo que tienen que decir, lo que se espera de ellos. E, incluso si transmiten la Palabra auténtica de Dios (la verdad, la justicia, etc.), siempre es posible reaccionar a esa palabra con escepticismo: “¡Claro! ¿Qué vas a decir tú, si eres cura?”

En el caso del profeta se dan una libertad e inmediatez que comportan, sin embargo, otros riesgos. ¿Cómo aceptar como palabra de Dios lo que nos dice uno cualquiera, uno como nosotros? Esto es, ¿cómo aceptar una autoridad divina de parte de alguien carente de la autoridad del poder? A este siempre podremos decirle, “pero tú, ¿quién te has creído que eres?” Porque a éste lo conocemos, sabemos quién es, quiénes son sus padres, sus hermanos, conocemos también sus defectos y debilidades, sus aguijones, como en el caso de Pablo. Es una forma de protegerse de la peligrosa Palabra de Dios que con su luz pone al descubierto nuestras sombras, aunque lo que pretenda esa misma Palabra no sea “pillarnos”, sino iluminarnos y sanarnos, darnos la posibilidad de vivir mejor, de otra manera, con una plenitud que el pecado nos arrebata.

Jesús ha elegido una forma de presencia que cuadra sobre todo con la existencia profética. Decimos de él que es Sacerdote según el rito de Melquisedec y que es Rey del Universo. Pero su existencia terrena se pareció muy poco al sacerdocio ministerial (en realidad, ejerció su sacerdocio en la Cruz, en la que fue al tiempo sacerdote, víctima y altar); y menos aún a la realeza según los parámetros de nuestro mundo: no en vano le dijo a Pilato que su reino no era de este mundo.

Jesús, más bien, eligió hacerse como uno cualquiera (cf. Flp 2, 8), sin ningún tipo de protección institucional, sin poder externo alguno, más que el que brotaba de su propia autoridad personal y de la fuerza de su Palabra. Por eso, muchos lo reconocieron como Profeta (Mc 1, 27; Jn 4, 9; 9, 17). Pero, también por eso mismo, también fueron muchos los que lo rechazaron, y, especialmente, como vemos hoy, los suyos, los de su pueblo, que no lo reconocieron como Mesías, precisamente porque creían conocerlo demasiado bien, hasta el punto de que, si nos atenemos a las palabras del mismo Jesús, respondieron a su predicación y sus milagros, no sólo con incredulidad, sino también con desprecio.

Jesús, hecho por su encarnación uno cualquiera, pero también, por eso, alguien cercano, uno de los nuestros, sigue hablando y actuando por medio de gentes normales. Pueden ser esas madres creyentes que les recuerdan a sus hijos los principios elementales del bien y sus deberes para con Dios; puede ser un amigo que con sus actitudes nos recuerda que no todo está en venta, que no es obligatorio adaptarse a lo que todo el mundo hace; puede ser un hermano o hermana de nuestra comunidad cristiana, que de palabra o de obra nos avisa de que nuestro comportamiento se aleja del ideal que nosotros mismos afirmamos profesar… Todos aquellos que se toman en serio la Palabra de Dios, la escuchan y tratan de ponerla en práctica se hacen profetas de Jesucristo. Al hacerlo, claro, asumen el riesgo del rechazo, del desprecio, de la exclusión. Porque esta Palabra es una Palabra salvadora, pero también incómoda. Y podemos tratar de protegernos de ella rechazando a esos profetas, gentes cualquiera a los que creemos conocer muy bien (quiénes son, de dónde vienen, cuáles son sus defectos, sus aguijones), y a los que no les consentimos que nos sermoneen, ni traten de enseñarnos nada. El problema es que, al hacer esto, podemos estar rechazando a Cristo, que profetiza por ellos, impidiendo que esa Palabra vivida y operante nos ilumine, nos toque e, imponiéndonos las manos, nos cure y haga entre nosotros milagros. Es importante estar abierto al bien, sin etiquetas, incluso si viene del más cercano; este es un elemento esencial de la verdadera fe. Y, si nos abrimos de esta manera, nos iremos convirtiendo nosotros mismos en profetas, gentes libres, tocadas por la Palabra de Dios, que, pese a las debilidades y defectos, la transmiten con su forma de vida y también con sus palabras. Pero tenemos que tener claro el precio que podemos tener que pagar por esa profecía de la vida cotidiana. Podemos atraernos el rechazo o el desprecio de los demás, a veces de los más cercanos. No por ello hemos de desalentarnos. Aunque esta Palabra (que no es nuestra, sino que nos la ha dirigido Dios) parezca no ser acogida ni escuchada, es importante que suene. Siendo una Palabra viva y eficaz, más aguda que espada de doble filo (cf. Hb 4, 12), es una palabra “que sale de mi boca y no vuelve a mí vacía, sin haber hecho lo que yo quería y haber llevado a cabo su misión” (Is 55, 11). Como nos recuerda hoy Ezequiel, la palabra profética puede parecer eficaz o no, pero lo más importante es que esté siempre presente. Y es que esta Palabra de la que nos hacemos profetas es la Palabra encarnada, Cristo, que rechazado y despreciado, muerto y sepultado, ha resucitado a un vida nueva, y opera (quiere operar) en y por nosotros, los creyentes.

13 рядовое воскресенье

junio 25, 2021

Чтение книги Премудрости Соломона 1, 13-15а; 2, 23-24

Бог не сотворил смерти и не радуется погибели живущих; ибо Он создал всё для бытия, и всё в мире спасительно, и нет пагубного яда, нет и царства ада на земле. Праведность бессмертна. Бог создал человека для нетления и соделал его образом вечного бытия Своего; но завистью диавола вошла в мир смерть, и испытывают её принадлежащие к уделу его.

ОТВЕТНЫЙ ПСАЛОМ Пс 30(29) Припев: Господа прославлю, Он поднял меня.

Чтение второго Послания святого Апостола Павлак Коринфянам 8, 7. 9. 13-15

Братья: Как вы изобилуете всем: верою и словом, и познанием, и всяким усердием, и любовью вашею к нам, — так изобилуйте и сею добродетелью. Ибо вы знаете благодать Господа нашего Иисуса Христа, что Он, будучи богат, обнищал ради вас, дабы вы обогатились Его нищетою. Не требуется, чтобы другим было облегчение, а вам тяжесть, но чтобы была равномерность. Ныне ваш избыток в восполнение их недостатка; а после их избыток в восполнение вашего недостатка, чтобы была равномерность, как написано: «кто собрал много, не имел лишнего; и кто мало, не имел недостатка».

+ Чтение святого Евангелия от Марка 5, 21-43

В то время: Когда Иисус переправился в лодке на другой берег, собралось к Нему множество народа. Он был у моря. И вот, приходит один из начальников синагоги, по имени Иаир, и, увидев Его, падает к ногам Его, и усильно просит Его, говоря: дочь моя при смерти; приди и возложи на неё руки, чтобы она выздоровела и осталась жива. Иисус пошёл с ним. За Ним следовало множество народа, и теснили Его. Одна женщина, которая страдала кровотечением двенадцать лет, много потерпела от многих врачей, истощила всё, что было у ней, и не получила никакой пользы, но пришла ещё в худшее состояние, — услышав о Иисусе, подошла сзади в народе и прикоснулась к одежде Его. Ибо говорила: если хотя к одежде Его прикоснусь, то выздоровею. И тотчас иссяк у ней источник крови; и она ощутила в теле, что исцелена от болезни. В то же время Иисус, почувствовав Сам в Себе, что вышла из Него сила, обратился в народе и сказал: кто прикоснулся к Моей одежде? Ученики сказали Ему: Ты видишь, что народ теснит Тебя, и говоришь: «кто прикоснулся ко Мне?» Но Он смотрел вокруг, чтобы видеть ту, которая сделала это. Женщина в страхе и трепете, зная, что с нею произошло, подошла, пала пред Ним и сказала Ему всю истину. Он же сказал ей: дщерь! вера твоя спасла тебя; иди в мире, и будь здорова от болезни твоей. Когда Он ещё говорил сие, приходят от начальника синагоги и говорят: дочь твоя умерла; что ещё утруждаешь Учителя? Но Иисус, услышав сии слова, тотчас говорит начальнику синагоги: не бойся, только веруй. И не позволил никому следовать за Собою, кроме Петра, Иакова и Иоанна, брата Иакова. Приходит в дом начальника синагоги и видит смятение и плачущих и вопиющих громко. И, войдя, говорит им: что смущаетесь и плачете? девица не умерла, но спит. И смеялись над Ним. Но Он, выслав всех, берёт с Собою отца и мать девицы, и бывших с Ним и входит туда, где девица лежала. И, взяв девицу за руку, говорит ей: «талифа куми», что значит: «девица, тебе говорю, встань». И девица тотчас встала, и начала ходить; ибо была лет двенадцати. Видевшие пришли в великое изумление. И Он строго приказал им, чтобы никто об этом не знал; и сказал, чтобы дали ей есть.

Не умерла, но спит

Иисус, который снова и снова призывает нас перейти на другой берег, не оставаться застывшими, а отправиться в путь, сам перешел на другой берег: с берега Бога, полноты бытия и жизни, на берег нашего мира, где он встречает всех нас (множество людей вокруг него), и каждого лично, с нашими проблемами, трудностями и печалями: с Иаиром, скорбящим о своей дочери, которая умирает.

Вот типичная ситуация, в которой любой из нас может легко узнать себя: близкий родственник, который болен и находится в смертельной опасности, и вдобавок к этому человек молодой, парень или девушка, у которого вся жизнь должна быть впереди, находится под угрозой преждевременного конца. Беспомощность перед лицом смерти – типичная ситуация, когда люди обращаются к Богу, чтобы попросить у Него исцеления, а в случае, подобном евангельскому, почти потребовать его, потому что для нас, людей, смерть всегда воспринимается как несправедливость, которая не должна случиться, и тем более, если речь идет о ком-то, кто едва начал свою жизнь.

Иисус принимает и отвечает на скорбную просьбу Иаира, важного человека, который, столкнувшись с болезнью своей дочери, не может ничего сделать, кроме как умолять. Однако этот фрагмент, кажется, скорее призван вызвать вопросы, чем заставить нас вздохнуть с облегчением из-за его счастливого конца. Прежде всего, Иисус отвечает, но не сразу. Между просьбой Иаира и приходом Иисуса в его дом происходит встреча с женщиной, страдавшей кровотечением, которая заставляет Его потратить драгоценное время на дело, которое, в конце концов, не кажется таким уж до такой степени срочным, потому что тем временем больная девушка умирает. Это то, что мы обнаруживаем, и очень наглядно, и в случае смерти Его друга Лазаря (ср. Ин 11, 6). Разве Иисус не мог прийти сразу и таким образом, в обоих случаях, избавить от тяжелого испытания смертью? У нас часто может сложиться впечатление, что Бог отвлекся и не слушает наши настойчивые мольбы.

Но это еще не все. Если Иисус способен проявить милосердие и спасти нас от болезней и смерти, почему Он делает это только в нескольких случаях, а многие другие, кажется, игнорирует? Во времена Иисуса люди, молодые и старые, болели и умирали, как это было до и будет после, и не похоже, что основной деятельностью Иисуса было спасение от уз смерти. Вполне возможно, что каждый из нас когда-то молился в скорби, прося о жизни или здоровье любимого или близкого человека, видимо, не получив ответа. Молитва-прошение отвести угрозу жизни от наших близких является наиболее драматической формой молитвы, и именно потому, что мы воспринимаем смерть как непоправимое зло. Наконец, последний вопрос, который встает с чисто рациональной точки зрения, вопрос о чуде Иисуса – это вопрос о временном характере этого чуда: дочь Иаира, как и сын вдовы из Наина (ср. Лк 7, 11-17), как и друг Иисуса Лазарь не были, строго говоря, воскрешены, а были возвращены к этой земной жизни, так что через некоторое время они снова умерли.

Чтобы понять смысл этого чуда Иисуса, мы должны попытаться обнаружить помимо Его личной благосклонности к Иаиру, значение, которое это чудо имеет для всех нас, для нашего понимания нашей веры во Христа и Божьего способа действовать для нашей пользы. Потому что чудеса Иисуса нужно понимать прежде всего не как Его личные милости, которые Он оказывает одним, в отказывая другим (почему Ему, а не мне – всегда можно возразить), но как спасительные знамения, которые помогают нам понять, кто такой Иисус как Мессия и Спаситель всех. Если при усмирении бури Иисус показал Себя Господом над силами природы (ср. Мк 4, 35-40), а при встрече с кровотечением Он показал Свою власть над болезнью (но также и над грехом, поскольку эта болезнь сделала женщину нечистой), то теперь Он показывает Себя Господом жизни и смерти, имеющим власть именно над тем, что представляется нам непоправимым.

Иисус показывает эту силу в случае дочери Иаира, которая только что умерла; в случае сына вдовы Наина, который уже на пути в могилу; и в случае Его друга Лазаря, которым после нескольких дней пребывания в гробу смерть уже овладела, потому что он уже тлел. Во всех этих случаях Иисус проявляет Себя как Бог, который является другом и творцом жизни, который не создавал смерть и не радуется погибели живых, как прекрасно напоминает нам книга Премудрости.

Итак, если, с одной стороны, мы верим и чувствуем, что мы созданы для жизни, а не для смерти, и что смерть – это плод зла и греха, то есть то, чего не должно быть, против чего мы справедливо восстаем и протестуем, то мы также знаем, что смерть – это естественная часть жизни, что это закон жизни. Мы чувствуем, что созданы для жизни, мы пытаемся победить смерть тысячами способов, хотя бы временно, продлевая время своего существования или пытаясь оставить о себе «память» в виде дел или потомков… Но, в то же время, мы понимаем, что бесконечная жизнь в условиях этого конкретного мира была бы невыносимым бременем, которое трудно принять, и к тому же делающее неосуществимым выживание всех на земле. Вот почему мы иногда воспринимаем смерть как освобождение и избавление от горестей этого мира: способ покоиться в мире.

Иисуса как предвестие Его собственной смерти и воскресения. Перейдя на наш берег, приняв на себя человеческую жизнь, ее плотское, уязвимое и ограниченное состояние, Иисус принял и свою смертность. Он принимает его в его естественном состоянии (биологическом, неизбежном); но Он также принимает на себя и то, что является следствием греха в этом состоянии: несправедливость, результаты насилия, лжи, подлых интересов, готовых перешагнуть даже через невинную жизнь. В первом смысле, Иисус не избавляет ни Себя, ни нас от необходимого прохождения через смерть. Мы уже видели, что даже те, кого Иисус вернул к жизни, должны были снова пройти через это. Но именно во втором смысле: смерть как радикальное отрицание жизни и Бога – творца жизни, отрицание добра и возможности полноценной жизни, – здесь Иисус действует для блага всех. Своей смертью и воскресением Он отнял у смерти, которая вошла в мир через зависть дьявола, ее власть над нами. Именно здесь мы должны услышать слова Иисуса во всей полноте их значения: «Она не умерла, она спит». Смерть для христианина – это не уничтожение, не растворение в небытии, а переход, засыпание: мы закрываем глаза на этот мир, чтобы пройти через огонь и горнило Христа, в котором все неподлинное и эфемерное (солома) сгорает, а остается то, что истинно, подлинно и постоянно (золото) (ср. 1 Кор 3, 12-15). Наши близкие, те, кто умер до срока, и те, кто прожил долгую жизнь, все, кто умер, для Бога не мертвы, а только спят.

Некоторые смеются над этим, считают это выражением наивной надежды и призывают нас к полной покорности: перейти на другую сторону невозможно. Но вера в Христа, та вера, которая спасает страдавшую кровотечением женщину от болезни и нечистоты и которой Иаир увещевает спасти свою дочь от смерти, означает веру в Бога, который любит жизнь, который не создал смерть (большей, чем биологический конец этой жизни и переход к полной жизни), потому что в этой жизни есть измерения, которые превосходят эфемерные условия пространства и времени: праведность бессмертна, напоминает нам первое чтение, как и правда, честность, щедрость, любовь… Даже те, кто смеется над христианской надеждой, понимают, что есть реалии и ценности, за которые стоит отдать свою жизнь, тем самым смущенно соглашаясь, что есть «высшие измерения», которые придают жизни полноту, облагораживают ее и спасают от унижения, даже если это означает отказ от физического выживания.

Вечная жизнь – это не просто жизнь без конца, но полноценная жизнь, освобожденная от угрозы зла и смерти, жизнь в общении с Богом во Христе (ср. Ин 17, 3). И поскольку Христос стал человеком и живет с нами, мы можем уже в этом распадающемся мире начать наслаждаться вечной жизнью: жизнью, подобной жизни Христа, основанной на любви, открытой для всех, благосклонной ко всем, в которой, подобно Богу-Творцу, мы не разрушаем, не радуемся разрушению, но служим жизни, справедливостью, щедростью, особенно по отношению к тем, у кого недостаток, как увещевает нас сегодня Павел.

Перед человеческой смертью, перед смертью наших, перед нашей собственной смертью Иисус утверждает: они не умерли, они спят. И затем он добавляет: «тебе говорю, встань»; или, другими словами, «встань, спящий, и воскресни из мертвых, и осветит тебя Христос» (Еф 5, 14). Так будет, если мы уже участвуем, через слово, таинства и добрые дела, в смерти и воскресении Иисуса Христа, если мы стараемся следовать за Ним в этой жизни, если мы стараемся жить так, как Он учил нас. Для этого нам нужно, в том числе, как та женщина с кровотечением, прикасаться с Иисусом, чтобы духовно выздороветь. Очевидно, что для того, чтобы смерть была именно смертью, покоем, открывающим нас для полноту жизни, в этой утекающей жизни мы должны жить бдительно, мы должны бодрствовать, мы должны, как дочь Иаира, уже находящаяся на пороге зрелости, встать и идти. Христос, Который повелел накормить ее, является для нас пищей в пути.  

Domingo 13 del Tiempo Ordinario (B)

junio 24, 2021

Lectura del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24 La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo

Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.

Sal 29, 2 y 4. 5 6. 11 y l2a y 13b R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 8, 7. 9. 13-15 Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres

Hermanos: Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»


Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43 Contigo hablo, niña, levántate

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.» Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.» Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda, su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que, había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio le la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?»» Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.» No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

No está muerta, está dormida

Curación de la hemorroísa en uno de los frescos de las catacumbas de Roma.

Jesús, que nos invita una y otra vez a pasar a la otra orilla, a no quedarnos paralizados, a ponernos en camino, él mismo ha pasado a la otra orilla: de la orilla de Dios, plenitud de ser y de vida, a la orilla de nuestro mundo, en el que se encuentra con todos (la mucha gente a su alrededor), y con cada uno en persona, con sus problemas, penalidades y tristezas: con Jairo, angustiado por su hija, que está en las últimas.

He aquí una situación típica en la que cualquiera de nosotros podría reconocerse con facilidad: un familiar cercano enfermo y en grave peligro de muerte, y encima joven, un niño o una niña, con toda esa vida que debería tener por delante, amenazada de un prematuro final. La impotencia ante la muerte es una situación típica para acudir a Dios, pedirle la curación; y, en un caso como el del evangelio, casi exigírsela; porque, si para nosotros, los seres humanos, la muerte es siempre percibida como una injusticia que no debería suceder, tanto más si se trata de alguien que apenas ha podido estrenar su propia vida.

Jesús acoge y responde a la angustiada petición de Jairo, el hombre importante que, ante la enfermedad de su hija, nada puede hacer, más que suplicar. Sin embargo, este fragmento parece que está más hecho para suscitar interrogantes que para suspirar aliviados por su final feliz. En primer lugar, Jesús responde, pero no inmediatamente. Entre la petición de Jairo y la llegada a la casa se interpone el encuentro con la mujer hemorroísa, que le hace perder un tiempo precioso en un asunto que, al fin y al cabo, no parecía tan urgente, hasta el punto de que, entretanto, la niña enferma muere. Algo que también descubrimos, y muy enfáticamente, en el caso de la muerte de su amigo Lázaro (cf. Jn 11, 6) ¿No podía haber acudido Jesús inmediatamente y ahorrar así, en los dos casos, el amargo trance de la muerte? Con frecuencia podemos tener la impresión de que Dios está distraído y no atiende a nuestras súplicas angustiadas. 

Pero hay más. Si Jesús tiene la capacidad de apiadarse y de salvarnos de la enfermedad y la muerte, ¿por qué lo hace sólo en unos pocos casos, mientras que parece ignorar olímpicamente muchísimos otros? En tiempos de Jesús las gentes, jóvenes y viejas, enfermaban y morían, como sucedía antes y ha sucedido después, y no parece que la actividad principal de Jesús haya sido dedicarse a salvar de los lazos de la muerte. Es muy posible que todos nosotros hayamos rezado en alguna ocasión con angustia, pidiendo por la vida o la salud de un ser querido o cercano, sin que, aparentemente, hayamos obtenido respuesta. La oración de petición por la vida amenazada de nuestros seres queridos es su forma más dramática, precisamente porque percibimos la muerte como el mal irremediable. Por fin, un último interrogante que, a una mirada puramente racional, suscita este milagro de Jesús es el de su carácter provisional: la hija de Jairo, igual que el hijo de la viuda de Naín (cf. Lc 7, 11-17) y su amigo Lázaro no fueron, estrictamente hablando, resucitados, sino devueltos a esta vida mortal, por lo que después de un tiempo, volvieron a morir.

Para entender el sentido de este milagro de Jesús, debemos tratar de descubrir, más allá del favor personal que recibió Jairo, el significado que tiene para todos nosotros, para nuestra comprensión de nuestra fe en Cristo y del modo de actuar de Dios en favor nuestro. Porque los milagros de Jesús hay que entenderlos, no, sobre todo, como favores personales que hace a unos, mientras se los deniega a otros (¿por qué a él sí y a mí no?, cabría siempre protestar), sino como signos salvíficos que nos dan a comprender quién es Jesús como Mesías y Salvador de todos. Si al calmar la tempestad, Jesús se ha mostrado como Señor sobre las fuerzas de la naturaleza (cf. Mc 4, 35-40); y en el encuentro con la hemorroísa, muestra su poder sobre la enfermedad (pero también sobre el pecado, pues esa enfermedad hacía a esa mujer impura), ahora se manifiesta como Señor de la vida y de la muerte, que tiene poder precisamente sobre lo que para nosotros se presenta con el cariz de lo irremediable.

Jesús manifiesta este poder en el caso de la hija de Jairo, que acaba de morir; en el del hijo de la viuda de Naín, que ya se dirige a la tumba; y en el de su amigo Lázaro, del que, tras varios días en el sepulcro, la muerte ya se ha enseñoreado, pues ya huele. Jesús se muestra en todos estos casos como el Dios amigo y creador de la vida, que ni ha hecho la muerte, ni goza destruyendo a los vivientes, como hermosamente nos recuerda el libro de la Sabiduría.

Ahora bien, si, por un lado, creemos y sentimos que hemos sido creados para la vida y no para la muerte, y que la muerte es fruto del mal y del pecado, una especie de no deber ser contra el que nos rebelamos y protestamos con razón, sabemos también que la muerte es una parte natural de la vida, que es ley de vida. Nos sentimos hechos para la vida, nos las ingeniamos de mil modos para vencerle la partida a la muerte, siquiera temporalmente, prolongando el tiempo de nuestra existencia, o procurando dejar de nosotros alguna “memoria” en forma de obras o descendencia… Pero, al mismo tiempo, comprendemos que una vida sin fin en las condiciones de este mundo concreto sería una carga insoportable, difícil de aceptar, además de que haría inviable la supervivencia de todos sobre la tierra. Por eso, a veces percibimos la muerte como una liberación y un alivio de las penas de este mundo: una forma de descansar en paz.

En este relato de la vuelta a la vida de la hija de Jairo debemos entender la acción de Jesús como un anticipo de su propia muerte y resurrección. Al pasar a nuestra orilla asumiendo la vida humana, su condición carnal, vulnerable y limitada, Jesús ha asumido también su mortalidad. La asume en su condición natural (biológica, inevitable); pero también carga sobre sí lo que tiene de consecuencia del pecado: su carácter injusto, fruto de la violencia, la mentira, los intereses bastardos, dispuestos a pasar incluso por encima de la vida inocente. En el primer sentido, Jesús ni se ahorra a sí mismo, ni nos ahorra a nosotros el tránsito necesario de la muerte. Ya vimos que, incluso aquellos a los que Jesús devolvió a la vida, tuvieron que volver a pasar por ella. Pero es en el segundo sentido: la muerte como negación radical de la vida, del Dios creador de la misma, del bien y la posibilidad de una vida plena, en el que Jesús actúa a favor de todos. Por su muerte y resurrección le ha arrebatado a esa muerte, que entró en el mundo por la envidia del diablo, su poder sobre nosotros. Es aquí donde hemos de escuchar las palabras de Jesús en todo su significado: “no está muerta, está dormida”. La muerte no es para el cristiano una destrucción, ni una disolución en la nada, sino un tránsito, una dormición: cerrar los ojos a este mundo para pasar por el fuego y el crisol de Cristo, en el que se consume todo lo inauténtico y efímero (la paja), y queda lo verdadero, auténtico y permanente (el oro) (cf. 1 Cor 3, 12-15). Nuestros seres queridos, los que murieron antes de tiempo y los que vivieron una larga vida, todos los que han muerto, para Dios no están muertos, sólo dormidos.

A algunos esto les da risa, lo consideran expresión de una ingenua esperanza, y nos exhortan a la pura resignación: no es posible pasar a la otra orilla. Pero la fe en Cristo, esa fe que salva a la mujer hemorroísa de la enfermedad y la impureza, y a la que se exhorta a Jairo para salvar a su hija de la muerte, significa la fe en un Dios que ama la vida, que no ha hecho la muerte (más que, en todo caso, como final biológico en esta vida y como tránsito a la vida plena), porque en esta vida hay dimensiones que traspasan las condiciones efímeras del espacio y el tiempo: la justicia es inmortal, nos recuerda la primera lectura, y también lo son la verdad, la honestidad, la generosidad, el amor… Incluso los que se ríen de la esperanza cristiana entienden que hay realidades y valores por los que merece la pena entregar la propia vida, aceptando, de este modo, confusamente, que hay “dimensiones superiores”, que dan plenitud a la vida, la ennoblecen y la salvan del envilecimiento, incluso cuando esto significa renunciar a la supervivencia física.

La vida eterna no es una mera vida sin fin, sino una vida plena, liberada de la amenaza del mal y de la muerte, una vida en comunión con Dios en Cristo (cf. Jn 17, 3). Y, puesto que Cristo se ha hecho hombre y vive con nosotros, podemos empezar ya en este mundo caduco a gozar de la vida eterna: una vida como la de Cristo basada en el amor, abierta a todos, a favor de todos, en la que, como el Dios Creador, no destruimos, ni gozamos destruyendo, sino que estamos al servicio de la vida, de la justicia, la generosidad, en especial con los que menos tienen, como nos exhorta hoy Pablo.

Ante la muerte humana, ante nuestros muertos, ante nuestra propia muerte Jesús afirma: no están muertos, están dormidos. Y luego añade “contigo hablo, levántate”; o, con otras palabras: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz” (Ef 5, 14). Así es si participamos ya, por la Palabra, los Sacramentos y las buenas obras, en la muerte y resurrección de Jesucristo, si tratamos de seguirlo en esta vida, si procuramos vivir como Él nos ha enseñando. Está claro que para que la muerte sea sólo eso, una dormición que nos abre a la vida plena, en esta vida caduca tenemos que vivir en vela, tenemos que estar despiertos, tenemos que, como la hija de Jairo, ya al borde de la madurez, levantarnos y caminar. Cristo, que mandó que le dieran de comer, es para nosotros alimento para el camino.  

12 рядовое воскресенье (B)

junio 19, 2021

Чтение книги Иова 38, 1. 8-11

Господь отвечал Иову из бури и сказал: Кто затворил море воротами, когда оно исторглось, вышло как бы из чрева, когда Я облака сделал одеждою его и мглу пеленами его, и утвердил ему Моё определение, и поставил запоры и ворота, и сказал: «доселе дойдёшь, и не перейдёшь, и здесь предел надменным волнам твоим»?

ОТВЕТНЫЙ ПСАЛОМ Пс 107(106) Припев: Славьте Господа вовек, милость Его вечна.

Чтение второго Послания святого Апостола Павлак Коринфянам 5, 14-17

Братья: Любовь Христова объемлет нас, рассуждающих так: если один умер за всех, то все умерли. А Христос за всех умер, чтобы живущие уже не для себя жили, но для умершего за них и воскресшего. Потому отныне мы никого не знаем по плоти; если же и знали Христа по плоти, то ныне уже не знаем. Итак, кто во Христе, тот новая тварь; древнее прошло, теперь всё новое.

+ Чтение святого Евангелия от Марка 4, 35-41

Вечером того дня Иисус сказал ученикам Своим: переправимся на ту сторону. И они, отпустив народ, взяли Его с собою, как Он был в лодке; с Ним были и другие лодки. И поднялась великая буря; волны били в лодку, так что она уже наполнялась водою. А Он спал на корме на возглавии. Его будят и говорят Ему: Учитель! неужели Тебе нужды нет, что мы погибаем? И, встав, Он запретил ветру и сказал морю: умолкни, перестань. И ветер утих, и сделалась великая тишина. И сказал им: что вы так боязливы? как у вас нет веры? И убоялись страхом великим, и говорили между собою: кто же Сей, что и ветер и море повинуются Ему?

Покоренная буря

Если на прошлой неделе Иисус рассказывал нам притчи против уныния, то на этой неделе Он учит нас, как быть в экстремальных ситуациях. Мы говорили, что уныние – это болезнь души, которая сдувается и истощает силы, испытывая искушение сдаться и прекратить борьбу. Но бывают ситуации, которые безнадежны, как бы мы ни боролись и как бы ни прилагали все наши усилия и всю нашу волю, вплоть до того, ситуации, которые ставят под угрозу не только смысл нашего существования, но и само это существование. Шторм посреди моря – это, пожалуй, идеальный образ такой ситуации. Стихии высвобождаются, возникает ситуация абсолютного хаоса, в которой мы полностью теряем контроль над происходящим и оказываемся перед угрозой неминуемой смерти. И когда наши собственные усилия терпят крах, единственным выходом является обратиться за помощью, в конечном счете, вверить себя Богу. Но именно в таких случаях нередко приходится сталкиваться с молчанием Бога. Тот, Кто мог бы спасти нас, кажется, отсутствует, или спит, или, по крайней мере, безразличен к отчаянности нашего положения.

И все становится еще хуже, если принять во внимание, что именно Он отправил нас в это путешествие. Мы могли бы спокойно оставаться на своем берегу, в своих маленьких и повседневных заботах, в своей уверенности, но именно Он сказал нам (даже приказал): «переправимся на ту сторону».

В случае понимания веры как приспособленчества или пассивности, мы всегда сталкиваемся с призывом встать и покинуть свой берег: покинуть наши надежды, наши привычки, наши предрассудки. Как Бог призвал Авраама покинуть свою землю (Быт 12, 1), народ Израиля – выйти из рабства в Египте (ср. Исх 3, 7-8), учеников – оставить свои сети (Мк 1, 16-18), так и нас Он призывает «переправиться на другой берег», выйти за свои пределы, не стоять на месте, довольствуясь (или не довольствуясь) нашим маленьким миром, Он призывает нас взять на себя риск быть в пути, даже перед лицом опасностей, которые могут угрожать нам и самой нашей жизни.

Иногда мы не можем понять, почему Тот, Кто отправил нас в это опасное путешествие, тем самым усложнив наше существование, потом, как кажется, пренебрегает нами, когда то, что угрожает нам, выходит полностью из-под нашего контроля. Так звучит отчаянный крик учеников: «Учитель! неужели Тебе нужды нет, что мы погибаем?».

Мы можем испытывать ураган в различных обстоятельствах нашей жизни, которые мы не можем контролировать, и в которых все наши усилия кажутся бесполезными. Это может быть серьезная болезнь, к которой мы не были готовы, или семейный кризис, или экстремальная ситуация на работе. Бывают времена, когда нам кажется, что земля уходит у нас из-под ног, мы не можем найти выход, и, вдобавок ко всему, наши страдальческие крики в форме молитвы словно падают в пустоту: Бог не слышит, Он словно отсутствует или спит.

Образ лодки, которую штормит, чаще всего понимается как притча о Церкви. В своем путешествии она не всегда плывет по спокойному морю и не всегда с попутным ветром, хотя бывают периоды, когда она имеет благосклонность или аплодисменты от общества. Иисус также пережил такие моменты, когда Ему говоили: «Он сделал все хорошо» (Мк 7, 37); то же самое было и с Церковью в разные периоды ее истории, начиная с ее истоков: «они пользовались благоволением всего народа» (Деян 2, 47). Это ситуации, за которые нужно быть благодарными, работать в это время как можно больше, но и быть бдительными, чтобы не они не стали удобным и привычным, что сделает нас неспособными перебраться на другой берег. Потому что на пути веры нельзя останавливаться, нельзя заключать договоры с окружающим миром, который  может предать Евангелие в его радикальности. Быть христианином – значит, так или иначе, идти против течения. Поэтому часто возникают встречные ветры и бури: возмущение и ненависть против христианской веры и против Церкви (насмешки, пренебрежение, враждебность и открытое отвержение), которые могут перерасти в ураганы, в кровавые гонения, когда жизнь верующего подвергается опасности.

В таких случаях остро встает вопрос: где Бог? Что Он делает, чтобы защитить своих? Конечно, не только христиане могут переживать эти бурные моменты. На ум сразу же приходят многочисленные холокосты, пролившие кровь в двадцатом веке. Самый памятный (но не единственный), еврейский Холокост от рук нацистов, прямо поставил этот вопрос о присутствии или отсутствии Бога в нашем мире, в Освенциме и после Освенцима.

В сегодняшнем Евангелии говорится, что Иисус во время шторма спал на корме на возглавии. Как можно спать в такой ситуации? Сон Иисуса говорит нам о безмолвном присутствии, бездействующем, не реагирующем на опасность. В действительности, эта сцена – Христос, спящий в конце корабля (на корме), – является образом Его смерти. Иисус тоже пережил бурю и угрожающий Его жизни ураган, и мы даже знаем, что, говоря человеческим языком, Он поддался ему.

Вера, по сути, не является страхованием жизни. Те версии христианства, которые присутствуют в некоторых очень успешных сектах в некоторых американских странах, но которые можно найти и среди нас, католиков, утверждающие, что христианская вера является гарантией успеха (социального, экономического, профессионального) в этом мире, на самом деле являются мошенничеством. Это один из способов «судить Христа по плоти», как говорит Павел, такой же, как и другой способ, который заключается в преследовании и отрицании Его. Чтобы не судить Христа по плоти, необходимо «перейти на другой берег», который является берегом веры, что подразумевает опасную переправу, в которой человек должен быть готов пойти на риск. И Иисус не обманщик, который берет остальных на борт, а сам остается на суше. Иисус, спящий в лодке, – это знак того, что Он полностью принял наше состояние, что в экстремальных и болезненных ситуациях, в тех, в которых мы задаемся вопросом, где же Бог, Он находится там, страдает, мучается, умирает с теми, кто страдает, мучается и умирает. Христос тоже был отравлен газом в Освенциме. Кажущееся молчание Бога на самом деле является самым красноречивым ответом: Он выбрал место жертв.

Но Иисус поддался буре, чтобы показать нам, что у Него есть сила успокоить ее: Он принял на Себя человеческое состояние вплоть до смерти, чтобы победить смерть воскресением.

Иисус учит нас сохранять спокойствие, когда стихия разбушевалась, не паниковать и не отчаиваться, встречать эти трудные ситуации с силой веры. Это относится и нашей личной жизни, но также к Церкви. Когда кажется, что маленький корабль вот-вот утонет, мы должны иметь уверенность в том, что Иисус живет в Своей Церкви и направляет ее.

В неспокойные по разным причинам времена, когда нам кажется, что Церковь идет ко дну, а гонения на христиан усиливаются, Иисус призывает нас переправиться на другой берег, сделать шаг веры. Быть людьми веры – это значит отказаться от своих привычек, отправиться в путь, рисковать, встречать бури, оставаясь спокойными, без страха, с мужеством и достоинством, которые дает нам вера. Только так мы сможем пробудить в наших современниках (друзьях и врагах, тех, к кому Бог обращается через нас, через наше свидетельство) великий вопрос, завершающий сегодняшнее Евангелие: «Кто это?».

Если мы отправились на другой берег и находимся в пути, наша жизнь учеников становится ответом на этот вопрос: Этот Тот, Кому повинуются ветер и море, это  Христос, Сын Божий, Тот, Кто успокаивает бурю и спасает нас от греха и смерти.

Domingo 12 del Tiempo ordinario (B)

junio 18, 2021

Lectura del libro de Job 38, 1.8-11 Aquí se romperá la arrogancia de tus olas

El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?»

Salmo responsorial 106, 23-24.25-26.28-29.30-31 R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 14-17 Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.


Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35-40 ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! 

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

La tempestad calmada

Si la semana pasada Jesús nos contaba parábolas contra el desánimo, en esta nos enseña a enfrentarnos con situaciones extremas. El desánimo, decíamos, es una enfermedad del alma, que se desinfla y se queda sin fuerzas, y siente la tentación de bajar los brazos y dejar de luchar. Pero hay situaciones que nos superan sin remedio, por más que luchemos y pongamos todo nuestro empeño y nuestra mejor voluntad, hasta el punto de amenazar, no ya sólo el sentido de nuestra existencia, sino esa existencia misma. Una tormenta en medio del mar es, tal vez, la imagen perfecta de esta situación. Los elementos se desatan, se produce una situación de caos absoluto, en el que perdemos por completo el control, y nos encontramos en peligro de muerte inminente. Y cuando las propias fuerzas fallan de este modo estrepitoso, sólo queda el recurso de pedir auxilio, en último término, de encomendarnos a Dios. Pero, precisamente entonces, no es raro chocarse con el silencio de Dios. Aquel que podría salvarnos parece estar ausente, o dormido, en todo caso, indiferente a lo desesperado de nuestro apuro. 

Y la cosa se agrava si tenemos en cuenta que es precisamente él el que nos ha embarcado en esta singladura. Podríamos habernos quedado tranquilamente en nuestra orilla, en nuestras pequeñas y cotidianas preocupaciones, en nuestras seguridades, pero ha sido él quien nos ha dicho (incluso mandado) “vamos a la otra orilla”.

Frente a toda comprensión de la fe como acomodación o pasividad, continuamente nos encontramos con esta llamada a ponernos en pie y salir de nuestra orilla: de nuestras seguridades, de nuestros hábitos, de nuestros prejuicios. Así como Dios llamó a Abraham a salir de su tierra (Gn 12, 1), al pueblo de Israel, de la esclavitud de Egipto (cf. Ex 3, 7-8), a los discípulos a abandonar de sus redes (Mc 1, 16-18), también a nosotros nos invita a “pasar a la otra orilla”, a ir más allá, a no quedarnos parados, contentos (o descontentos) en nuestro pequeño mundo, nos llama a correr el riesgo de estar en camino, incluso afrontando peligros que pueden amenazarnos y hasta poner en peligro nuestra vida.

Lo que no podemos a veces entender es que quien nos ha embarcado en esta peligrosa singladura, complicándonos así la existencia, después parezca desentenderse de nosotros cuando esas amenazas escapan por completo de nuestro control. Así suena el grito desesperado de los discípulos: “¿Es que no te importa que nos hundamos?”

Podemos experimentar el huracán en diversas circunstancias de nuestra vida, que no podemos controlar, y en las que todos nuestros esfuerzos parecen inútiles. Puede ser una grave enfermedad, para la que no estábamos preparados, o una crisis familiar, o una situación laboral extrema. Hay veces en que nos parece que el mundo se hunde a nuestros pies, no alcanzamos a descubrir la salida, y, encima, nuestros gritos angustiados en forma de oración parecen caer en el vacío: Dios no escucha, parece ausente o dormido.

La imagen de la barca zarandeada por la tempestad ha sido entendida las más de las veces como una parábola de la Iglesia. En su singladura no siempre navega por una mar en calma, ni con el viento a favor, aunque también haya períodos así, en que goza del favor o el aplauso social. También Jesús vivió esos momentos, como cuando le decían “todo lo ha hecho bien” (Mc 7, 37); y lo mismo la iglesia en diversos momentos de su historia, desde sus orígenes: “gozaban del favor de todo el pueblo” (Hch 2, 47). Son situaciones que hay que agradecer, en las que hay que trabajar todo lo posible, pero en los que hay que estar vigilante, para evitar acomodarse y adocenarse, incapacitándonos para pasar a la otra orilla. Porque en el camino de la fe no es posible pararse, ni hacer pactos con el entorno que pueden traicionar la radicalidad evangélica. Ser cristiano significa, de un modo u otro, caminar contra corriente. De ahí que frecuentemente se alcen vientos contrarios y tormentas: inquinas y odios contra la fe cristiana y contra la Iglesia (ridiculizaciones, descalificaciones, odios y abierto rechazo), que se pueden traducir en huracanes, en persecuciones cruentas cuando ser creyente pone en peligro la vida.

En estas ocasiones, surge con fuerza el interrogante: ¿dónde está Dios? ¿Qué hace para defender a los suyos? No sólo los cristianos, es claro, pueden experimentar estos momentos de tempestad. Espontáneamente nos vienen la mente los numerosos holocaustos que han ensangrentado el siglo XX. El más recordado (pero no el único), el holocausto judío a manos de los nazis, suscitó explícitamente este interrogante sobre la presencia o ausencia de Dios en nuestro mundo, en Auschwitz y después de Auschwitz.

El evangelio de hoy dice que Jesús, en medio de la tempestad, dormía en popa sobre un almohadón. ¿Cómo se puede dormir en una situación así? El sueño de Jesús nos habla de una presencia silente, inactiva, que no reacciona ante el peligro. En realidad, esa escena del Cristo dormido en el fondo de la nave (en popa) es una imagen de su muerte. También Jesús ha experimentado la tormenta y el huracán amenazante, incluso sabemos que, humanamente, ha sucumbido a él.

La fe, de hecho, no es un seguro de vida. Esas versiones del cristianismo, tan presente en ciertas sectas de mucho éxito en algunos países americanos, pero que también se pueden encontrar entre nosotros los católicos, y que pretenden que la fe cristiana es garantía de éxito (social, económico, profesional) en este mundo, son, en realidad una estafa. Eso es una forma de “juzgar a Cristo según la carne”, como dice Pablo, tanto como esa otra forma que consiste en perseguirlo y negarlo. Para no juzgar a Cristo según la carne es preciso “pasar a la otra orilla”, que es la orilla de la fe, que implica hacer la travesía peligrosa, en la que hay que estar dispuestos a asumir riesgos. Y Jesús no es como el capitán Araña, que embarca a los demás y él se queda en tierra. Jesús dormido en la barca es un signo de que ha asumido del todo nuestra condición, de que en situaciones extremas y dolorosas, en aquellas en las que nos preguntamos dónde se encuentra Dios, Él está ahí presente, sufriendo, padeciendo, muriendo con los que sufren, padecen y mueren. Cristo también fue gaseado en Auschwitz. El aparente silencio de Dios es, en realidad, la respuesta más elocuente: Él ha elegido el lugar de las víctimas.

Pero Jesús ha sucumbido a la tempestad para mostrarnos que tiene poder para calmarla: ha asumido la condición humana hasta la muerte, para vencer a la muerte en la resurrección.

Jesús nos enseña a mantener la calma cuando los elementos se desatan, a no caer en el pánico ni en la desesperación, a afrontar estas situaciones difíciles con la fortaleza de la fe. Esto vale para nuestra vida personal, y también para la Iglesia. Cuando parece que esa navecilla está a punto de hundirse, hemos de tener la confianza de saber que Jesús vive en su Iglesia y la guía.

En tiempos algo turbulentos por diversos motivos, en que nos parece que la Iglesia se va a pique, y en los que además se recrudecen las persecuciones contra los cristianos, Jesús nos llama a pasar a la otra orilla, a dar el paso de la fe. Ser gentes de fe significa abandonar nuestra instalación, embarcarnos, asumir riesgos, afrontar tempestades manteniendo la calma, sin miedo, con el valor y la serenidad que nos da esa fe. Sólo así podremos suscitar en nuestros contemporáneos (amigos y enemigos, pero a los que Dios también se dirige por medio de nosotros, de nuestro testimonio) la gran pregunta que cierra el Evangelio de hoy: “¿Quién es este?”

Si nos hemos embarcado y estamos en camino a la otra orilla, nuestra vida de discípulos se convierte en una respuesta a ese interrogante: Este, al que los vientos y las aguas obedecen, es el Cristo, el Hijo de Dios, el que calma la tempestad y nos salva del pecado y de la muerte.

11 рядовое воскресенье (В)

junio 12, 2021

Чтение книги пророка Иезекииля 17, 22-24

Так говорит Господь Бог: И возьму Я с вершины высокого кедра, и посажу; с верхних побегов его оторву нежную отрасль, и посажу на высокой и величественной горе. На высокой горе Израилевой посажу его, и пустит ветви, и принесёт плод, и сделается величественным кедром, и будут обитать под ним всякие птицы, всякие пернатые будут обитать в тени ветвей его. И узнают все дерева полевые, что Я, Господь, высокое дерево понижаю, низкое дерево иссушаю, а сухое дерево делаю цветущим: Я, Господь, сказал, и сделаю.

ОТВЕТНЫЙ ПСАЛОМ Пс 92(91) Припев: Благо есть славить Господа Бога.

Чтение второго Послания святого Апостола Павла к Коринфянам 5, 6-10

Братья: Мы всегда благодушествуем; и как знаем, что, водворяясь в теле, мы устранены от Господа, — ибо мы ходим верою, а не видением, — то мы благодушествуем и желаем лучше выйти из тела и водвориться у Господа. И потому ревностно стараемся, водворяясь ли, выходя ли, быть Ему угодными; ибо всем нам должно явиться пред судилище Христово, чтобы каждому получить соответственно тому, что он делал, живя в теле, доброе или худое.

+ Чтение святого Евангелия от Марка 4, 26-34

В то время: Иисус сказал народу: Царствие Божие подобно тому, как если человек бросит семя в землю; и спит, и встаёт ночью и днём; и, как семя всходит и растёт, не знает он. Ибо земля сама собою производит сперва зелень, потом колос, потом полное зерно в колосе. Когда же созреет плод, немедленно посылает серп, потому что настала жатва. И сказал: чему уподобим Царствие Божие? или какою притчею изобразим его? Оно — как зерно горчичное, которое, когда сеется в землю, есть меньше всех семян на земле; а когда посеяно, всходит, и становится больше всех злаков, и пускает большие ветви, так что под тенью его могут укрываться птицы небесные. И таковыми многими притчами проповедовал им слово, сколько они могли слышать. Без притчи же не говорил им; а ученикам наедине изъяснял всё.

Притчи против уныния

Уныние – это болезнь души: по разным причинам человек может ощущать, что его душа сдувается, что он теряет мужество, внутреннее дыхание, которое заставляет его идти, бороться за то, во что он верит, преодолевать трудности. В таких случаях у нас создается впечатление, что эта борьба бесполезна, что этот путь ведет в никуда, что трудности сильнее нас. Причины уныния могут быть самыми разными: это могут быть внешние факторы, враждебные нашим убеждениям или нашему образу жизни, которые могут заставить нас сомневаться и задаваться вопросом, не ошибаемся ли мы; это могут быть внутренние проблемы нашей референтной группы (брак, община, церковь…), которая не отвечает нашим ожиданиям, идеальному образу, который мы о ней создали; это могут быть и сугубо личные причины, например, моменты кризиса, темноты, депрессии…

Группа учеников Иисуса, следуя за Учителем, также переживала подобные моменты. Большие ожидания, вызванные встречей с молодым пророком из Назарета, не оправдались. С одной стороны, реакция на Его проповедь была не столь положительной, как можно было ожидать; она даже встречала открытую и нарастающую оппозицию со стороны вождей народа, и настолько, что следовать за Иисусом становилось опасно. Но, с другой стороны, сам способ, которым Иисус осуществлял свое мессианство, не соответствовал тому, что ожидали ученики, опираясь на обетования Ветхого Завета, как это следует из первого чтения: социальное, политическое и военное лидерство, освобождение Израиля, возвращение времен славы, как в царствование Давида. Ничего из этого не исполнялось, и, более того, не похоже было, чтобы Иисус был заинтересован в том, чтобы было так. Ко всему этому следует добавить внутренние споры учеников, которые были далеки от общения в идеальной человеческой группе.

Мы тоже, являясь учениками Иисуса нашего времени, можем переживать такие моменты уныния: Царство Божье не только не растет, но, кажется, отступает, по крайней мере, в странах с наиболее сильной христианской традицией; секуляризация уже не является более или менее безразличной терпимостью к факту существования религии, но начинает проявлять определенные признаки открытой враждебности к вере, Церкви и верующим. И те религиозные подъемы, которые можно наблюдать, похоже, тоже не в пользу христианской веры: другие религии, другие формы духовности, не христианские, выходят на первые позиции. Причиной уныния может быть и внутренняя жизнь Церкви, по отношению к которой многие испытывают разочарование по самым разным причинам.

Ученикам, которые шли с Иисусом по дорогам Галилеи, и тем из нас, кто идет сегодня по дорогам жизни и истории, Он рассказывает эти притчи, притчи против уныния. С их помощью Он призывает нас уповать на Бога, Который сам начал доброе дело и Сам доведет его до конца, когда придет время. Доброе дело – это сеяние семени Слова. Кажущееся отсутствие успеха, изнурительная медлительность процесса связаны с самой его логикой, которая находит свою лучшую модель в том сельскохозяйственном образе, который описывает Евангелие. Посев семени и ожидание плодов – это долгий, трудоемкий процесс, требующий большого терпения, в котором бывают длительные периоды кажущейся пустоты, когда «ничего не происходит» и «ничего не видно». Если мы становимся нетерпеливыми, у нас создается впечатление, что Слово не действует, не приносит результатов ни в нас, слушающих его, ни в Церкви, которая его провозглашает, ни в мире, в котором мы пытаемся свидетельствовать. Уныние, которое нас одолевает, как искушение, внушает нам, что Слово не живо и не действенно (ср. Евр 4, 12), что оно не близко к нам (ср. Рим 10, 8), что вера бесполезна. Это же искушение может заставить нас поверить, что способ действия слова должен быть основан не на анахроничных сельскохозяйственных образах, а на других, более современных и эффективных, таких как рынок и его агрессивная пропаганда, которые сразу предлагают упакованный продукт, готовый к употреблению. Проблема этой эффективности заключается в том, что то, что мы приобретаем таким образом, всегда будет для нас чуждым, одноразовым товаром, который мы не можем сделать своим. Именно это происходит с некоторыми формами духовности, которые являются более или менее модными, которые обещают, что мы сразу же «почувствуем себя хорошо» или станем социально успешными, и в которых трудно отличить истинную духовность от простой психогигиены и иногда даже открытого злоупотребления нуждой и надеждой людей.

Модель, которую предлагает нам Иисус, правда, долгая, медленная и трудоемкая, но это потому, что рост начинается от корней и созревание происходит внутри, пока не принесет плоды, которые являются «собственноручно» выращенными, подлинными: это настоящая экология духа. Иисус говорит нам, что Бог совершает Свою работу, а мы должны верить верой, которая есть доверие. Как напоминает нам Павел, вера ведет нас, хотя мы еще не видим (когда мы достигнем видения, вера больше не будет нужна); и хотя мы можем ощущать это отсутствие видения как изгнание, осознавая, что живем в ситуации несовершенной полноты, мы не должны терять доверие, которое  есть не что иное, как сама вера, усиленная надеждой.

Должны ли мы понимать эти слова Павла и притчи Иисуса как призыв к пассивности, чтобы ничего не делать, сидеть и ждать? Наоборот. Тот, кто живет в уверенности, не падает духом и приступает к работе; унывающий – тот, кто опускает руки. Павел сам напоминает нам, что уверенность, о которой он говорит, влечет за собой ответственность: «всем нам должно явиться пред судилище Христово, чтобы каждому получить соответственно тому, что он делал, живя в теле, доброе или худое». Дело не в том, что своими делами мы можем «купить» спасение, а в том, что оправдание, которое мы получаем свободно по вере, обновляет нас изнутри и побуждает нас действовать по-новому. И еще дело в том, что своими делами мы можем благоприятствовать или вредить росту семени: мы можем, следуя сельскохозяйственному образу, очистить землю и уничтожить сорняки, поливать и удобрять ее, мы можем, короче говоря, помочь нашей земле благоприятно принять семя слова; но мы также можем действовать так, чтобы задушить это семя и не дать ему вырасти: например, ничего не делая, или, что еще хуже, сея плохие семена. Доброе дело, начатое Богом, требует нашего сотрудничества, доверие ведет к активной, постоянной, ответственной надежде, а также к некоторым отказам от чего-то ради высшего блага.

Настойчиво слушать Слово, даже если порой мы не совсем его понимаем; храня верность посещать Евхаристическое собрание, даже если порой «оно ничего нам не говорит»; поддерживать живую связь с Богом в молитве, несмотря на моменты сухости… – это способы жить верой с доверием, надеждой и ответственностью, которые всегда приносят плоды. Возможно, эти плоды кажутся нам ничтожно малыми, учитывая масштабы проблем и мощь этого мира. Но эта ничтожная малость как раз и есть Царство Божье: как куст из горчичного зерна; это не дерево (как огромное дерево, описанное в первом чтении, образ, возможно, нашей мечты о величии), но его такого как есть достаточно, чтобы птицы могли гнездиться в его ветвях и находить там тень и убежище. Доверчивая вера, которая действует, – это вера, которая служит, то есть, которая живет в служении другим. Такими должны быть и наши дела: не грандиозными на вид, но способными смиренно предлагать радушие, утешение и покой. Это уже признаки присутствия среди нас Царства Божьего, это плоды доверчивой и настойчивой веры, которые мы можем принести в нашу жизнь, если будем упорно принимать семя, слушать Слово, которое есть Сам Иисус. Для этого мы должны идти к Нему, стараться быть с Ним, как те ученики, которые сопровождали Его по дорогам Галилеи, иногда с энтузиазмом, иногда обескураженные, и чтобы нам, как и им, Он мог объяснить все наедине, в личной встрече лицом к лицу и, таким образом, помог бы нам что-то понять, ободрить нас, чтобы мы продолжали идти.

Domingo 11 del Tiempo Ordinario (B)

junio 11, 2021

Lectura del Profeta Ezequiel 17,22-24 Ensalzo los árboles humildes

Esto dice el Señor Dios: – Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel; para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas. Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.

Sal 91,2-3. 13-14. 15-16 R. Es bueno darle gracias, Señor

Lectura de la segunda carta de San Pablo a los Corintios 5, 6-10 En el destierro o en patria, nos esforzamos en el Señor

Hermanos: Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso procuramos agradarle, en el destierro o en la patria. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta vida.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34 Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”. Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”. Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Parábolas contra el desánimo

El desánimo, como su mismo nombre indica, es una enfermedad del alma: por motivos muy diversos, el ser humano puede experimentar que se le desinfla el alma, que pierde el ánimo, el aliento interior que le hace caminar, luchar por lo que cree, superar dificultades. Se tiene entonces la impresión de que esa lucha es inútil, que ese camino no conduce a ninguna parte, que las dificultades son más fuertes que nosotros. Las causas del desánimo pueden ser muy diversas: pueden ser factores externos, hostiles a nuestras convicciones o a nuestra forma de vida, que pueden llegar a hacernos dudar, y a plantearnos si no seremos nosotros los equivocados; pueden ser problemas internos de nuestro grupo de referencia (matrimonio, comunidad, iglesia…), que no responde a nuestras expectativas, a la imagen ideal que nos habíamos hecho de él; pueden ser, también, causas estrictamente personales, como momentos de crisis, de oscuridad, de depresión…

El grupo de los discípulos de Jesús, aun yendo en pos del Maestro, experimentó también momentos así. Las grandes expectativas suscitadas en el encuentro con el joven profeta de Nazaret no acababan de cumplirse. Por un lado, la respuesta a la predicación no era tan positiva como hubiera sido de esperar; incluso encontraba una oposición abierta y creciente por parte de los dirigentes del pueblo, hasta el punto de que seguir a Jesús se hacía peligroso. Pero, además, por el otro lado, el mismo modo de concebir Jesús su mesianismo no correspondía con lo que los discípulos esperaban, apoyados incluso en las promesas del antiguo testamento, como da a entender la primera lectura: liderazgo social, político y militar, liberación de Israel, retorno de los tiempos de gloria como en el reinado de David. Nada de eso se estaba cumpliendo y, es más, no parecía que Jesús tuviera mucho interés en que fuera así. A todo esto cabe añadir las disputas internas de los discípulos, que distaban mucho de formar un grupo humano ideal…

También nosotros, discípulos de Jesús en estos tiempos, podemos experimentar tales momentos de desánimo: el Reino de Dios no sólo no crece, sino que parece estar en retroceso, al menos en los países de más fuerte tradición cristiana; la secularización ya no aboga sólo por una tolerancia más o menos indiferente hacia el hecho religioso, sino que empieza a mostrar ciertos signos de abierta hostilidad hacia la fe, la Iglesia y los creyentes. Y los rebrotes religiosos que se pueden percibir tampoco parecen jugar a favor de la fe cristiana: más bien son otras religiones, otras formas de espiritualidad las que nos toman la delantera. La causa del desánimo puede ser también la vida interna de la Iglesia, respecto de la que no pocos se sienten defraudados por los más variados motivos.

A los discípulos que caminaban con Jesús por los caminos de Galilea, y a los que caminamos hoy por los caminos de la vida y de la historia, nos cuenta Él hoy estas parábolas, parábolas contra el desánimo. Con ellas nos está llamando a la confianza en Dios, que es el que ha iniciado la obra buena y que Él mismo llevará a término. La obra buena es la siembra de la semilla de la Palabra. La aparente falta de éxito, la exasperante lentitud del proceso, tiene que ver con la lógica del mismo, que encuentra en esta imagen agrícola su mejor modelo. Sembrar la semilla y esperar sus frutos es un proceso largo, trabajoso, que requiere mucha paciencia, en el que hay periodos prolongados de aparente esterilidad, en los que “no pasa nada”, en los que “nada se ve”. Si nos impacientamos, nos da la impresión de que la Palabra no actúa, no da resultados, ni en nosotros que la escuchamos, ni en la Iglesia que la proclama, ni en el mundo ante el que tratamos de dar testimonio. El desánimo que nos embarga nos sugiere, como una tentación, que la Palabra no es ni viva ni eficaz, (cf. Hb 4, 12), que no está cerca de nosotros (cf. Rm 10, 8), que la fe no sirve para nada. Esta misma tentación nos puede hacer creer que sería más eficaz un modelo de acción de la Palabra basada no en anacrónicas imágenes agrícolas, sino en otras más actuales y eficaces, como la del mercado y su propaganda agresiva, que ofrece directamente el producto empaquetado, listo para el consumo. El problema de esta eficacia es que lo así adquirido siempre nos será ajeno, un artículo de usar y tirar que no alcanzamos a asimilar, a hacer nuestro. Así sucede con ciertas formas de espiritualidad más o menos de moda que prometen que  nos “sentiremos bien” enseguida, o que tendremos éxito social, y en las que es difícil discernir la verdadera espiritualidad de la mera higiene mental, a veces del abuso abierto de la necesidad y la esperanza de la gente.

El modelo que nos propone Jesús, es verdad, es largo, lento y trabajoso, pero es así porque crece desde las raíces y madura desde dentro, hasta dar frutos que son propios, auténticos: es una verdadera ecología del espíritu. Jesús nos dice que Dios está haciendo su obra y que nosotros tenemos que creer con una fe que es confianza. Como nos recuerda Pablo, la fe nos guía aunque todavía no vemos (cuando alcancemos la visión, la fe ya no será necesaria); y aunque podemos sentir esta falta de visión como un destierro, conscientes de que vivimos en una situación de no total plenitud, no por eso hemos de perder la confianza, que no es otra cosa que la fe misma dinamizada por la esperanza.

¿Tenemos que entender estas palabras de Pablo, y las parábolas de Jesús, como una llamada a la pasividad, a no hacer nada, a esperar sentados? Al contrario. Precisamente el que vive en la confianza no pierde el ánimo y pone manos a la obra; el desanimado es el que baja los brazos. El mismo Pablo nos recuerda que la confianza de la que habla conlleva una responsabilidad: “todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta vida”. No es que con nuestras obras podamos “comprar” la salvación, sino que la justificación que recibimos gratuitamente por la fe, al renovarnos por dentro, nos lleva a actuar de una manera nueva. Y es que con nuestras obras podemos favorecer o perjudicar el crecimiento de la semilla: podemos, siguiendo con la imagen agrícola, desbrozar la tierra y eliminar las malas hierbas, podemos regarla y abonarla, podemos, en síntesis, ayudar a que nuestra tierra acoja favorablemente la semilla de la palabra; pero podemos también actuar de tal forma que la ahogue y le impida crecer: por ejemplo, no haciendo nada; o, todavía peor, sembrando malas semillas. La obra buena iniciada con Dios requiere de nuestra cooperación, la confianza lleva a una esperanza activa, constante, responsable y también a algunas renuncias.

Escuchar perseverantemente la Palabra, aunque a veces no la acabemos de entender; asistir con fidelidad a la reunión eucarística, aunque a veces “no nos diga nada”; mantener vivo el vínculo con Dios en la oración, pese a los momentos de sequedad…, son formas de vivir la fe con confianza, esperanza y responsabilidad que siempre acaban dando fruto. Puede ser que esos frutos se nos antojen casi insignificantes, ante la magnitud de los problemas y los poderes del mundo. Pero esa pequeñez insignificante es precisamente a lo que se parece el Reino de Dios: como el arbusto de la semilla de mostaza; no es un árbol (como el árbol grandioso que se describe en la primera lectura, una imagen, tal vez, de nuestros sueños de grandeza), pero es suficiente para que los pájaros puedan anidar en sus ramas y encontrar así sombra y cobijo. La fe confiada que actúa es una fe que sí sirve, es decir, que está al servicio. Así han de ser nuestras obras: no grandiosas en su apariencia, pero sí capaces de ofrecer humildemente acogida, consuelo, descanso. Estos son ya signos de la presencia entre nosotros del Reino de Dios, son los frutos de la fe confiada y perseverante, los que podemos ir dando en nuestra vida, si nos aplicamos con perseverancia a la acogida de la semilla, a la escucha de la Palabra que es el mismo Jesús. Para ello tenemos que acudir a Él, procurar estar con Él, como aquellos discípulos que le acompañaban por los caminos de Galilea, a veces con entusiasmo, a veces desanimados, para que, igual que a ellos, nos lo explique todo en privado, en el encuentro personal tú a tú y, de esta forma, nos ayude a entender y nos dé ánimo para seguir caminando.

СВЯТЕЙШЕЕ ТЕЛО И КРОВЬ ХРИСТА ТОРЖЕСТВО

junio 5, 2021

Чтение книги Исхода 24, 3-8

В те дни: Пришёл Моисей, и пересказал народу все слова Господни и все законы; и отвечал весь народ в один голос, и сказали: всё, что сказал Господь, сделаем. И написал Моисей все слова Господни и, встав рано поутру, поставил под горою жертвенник и двенадцать камней, по числу двенадцати колен Израилевых. И послал юношей из сынов Израилевых, и принесли они всесожжения, и заклали тельцов в мирную жертву Господу. Моисей, взяв половину крови, влил в чаши, а другою половиною окропил жертвенник; и взял книгу завета, и прочитал вслух народу, и сказали они: всё, что сказал Господь, сделаем, и будем послушны. И взял Моисей крови, и окропил народ, говоря: вот кровь завета, который Господь заключил с вами о всех словах сих.

ОТВЕТНЫЙ ПСАЛОМ Пс 116B(115) Припев: Чашу спасения приму во имя Господа.

Чтение Послания к Евреям 9, 11-15

Братья: Христос, Первосвященник будущих благ, придя с большею и совершеннейшею скиниею, нерукотворенною, то есть не такового устроения, и не с кровью козлов и тельцов, но со Своею Кровию, однажды вошёл во святилище и приобрёл вечное искупление. Ибо если кровь тельцов и козлов, и пепел телицы, через окропление, освящает осквернённых, дабы чисто было тело: то тем более Кровь Христа, Который Духом Святым принёс Себя непорочного Богу, очистит совесть нашу от мёртвых дел, для служения Богу живому и истинному! И потому Он есть ходатай нового завета, дабы вследствие смерти Его, бывшей для искупления от преступлений, сделанных в первом завете, призванные к вечному наследию получили обетованное.

+ Чтение святого Евангелия от Марка 14, 12-16. 22-26

В первый день опресноков, когда заколали пасхального агнца, говорят Иисусу ученики Его: где хочешь есть пасху? мы пойдём и приготовим. И посылает двух из учеников Своих, и говорит им: пойдите в город; и встретится вам человек, несущий кувшин воды; последуйте за ним. И, куда он войдёт, скажите хозяину дома того: «Учитель говорит: где комната, в которой бы Мне есть пасху с учениками Моими?» И он покажет вам горницу большую, устланную, готовую: там приготовьте нам. И пошли ученики Его, и пришли в город, и нашли, как сказал им; и приготовили пасху. И когда они ели, Иисус, взяв хлеб, благословил, преломил, дал им, и сказал: приимите, вкусите; сие есть Тело Моё. И, взяв чашу, благодарив, подал им: и пили из неё все. И сказал им: сие есть Кровь Моя нового завета, за многих изливаемая. Истинно говорю вам: Я уже не буду пить от плода виноградного до того дня, когда буду пить новое вино в Царствии Божием. И, воспев, пошли на гору Елеонскую.

Тело отдано, кровь пролита

Если Торжество Пресвятой Троицы говорит о Боге, который близок к нам и идет нам навстречу, то Торжество Тела и Крови Христовых подтверждает и осуществляет эту близость и эту встречу. Близость Бога стала видимой, человеческой, и находится в пределах нашей досягаемости во плоти Христовой.

Через Иисуса Христа Бог и человек встретились и примирились навеки. Воплощение Через Иисуса Христа Бог и человек встретились и примирились навеки. Воплощение Слова Божьего в человечестве Иисуса из Назарета следует понимать, исходя из категории посредничества, уже присутствующей в Ветхом Завете. Трансцендентный и абсолютно недоступный Бог берет на себя инициативу и приближается к человеку через посредничество, которое позволяет нам познать Его и вступить с Ним в живой контакт, не погибая. С одной стороны, есть посредники между Богом и народом: Авраам, Исаак, Иаков, Моисей, пророки, цари и священники… Но это служители великого посредничества, которое делает Израиль народом Божьим, а Яхве – Богом Израиля:через Завет. Вот почему среди всех ветхозаветных посредников выделяется Моисей, через которого Бог устанавливает с народом завет, скрепленный кровью принесенных жертв. Кровь, скрепляющая завет, говорит о чрезвычайной серьезности этих уз, которыми Бог обязуется перед своим народом, а народ перед Богом. Кровь была для евреев местом, где находится  жизнь. Скрепление завета кровью означало, что на карту была поставлена жизнь подписавших его. И хотя завет подразумевает определенное равенство сторон (даже свободу принимать его положения и брать на себя ответственность), здесь явный дисбаланс в пользу Бога: именно Он берет на себя инициативу, спасает и дает жизнь, и, прежде всего, Он тот, кто остается верным. Израиль, со своей стороны, обязуется жить в соответствии с Божьей волей, которая не является деспотической волей, но волей освобождения и жизни. Поэтому народ торжественно провозглашает: «всё, что сказал Господь, сделаем». Но история показывает, что они снова и снова будут отворачиваться от этого завета, который гарантирует им идентичность как народу и спасение.

Заветы, которые не соблюдаются, в конце концов, выходят из употребления. Но это не означает, что Бог оставит Свой народ на произвол судьбы. По сути, избранный народ сам является народом священников, посредников между Богом и человечеством: оглядываяи избирая свой народ, Бог обращает свой взор на все человечество. Поэтому верный Бог, исполняющий Свои обещания, не разрушает Завет, но обновляет его в последнем примирении. Бог побеждает неверность верностью, преодолевает добровольное отдаление Своего народа окончательным и максимальным приближением, которое является уже не только посредничеством (объединяющим и разделяющим), но непосредственным присутствием: человечеством Христа. В нем становится реальностью то, что в Ветхом Завете имело символическое значение, как кровь принесенных в жертву животных. Автор Послания к Евреям решительно настаивает на этом «максимуме» присутствия, который уже невозможно превзойти или упразднить: Христос, священник конечных благ, совершенная скиния нерукотворная, очищающий нас Своей кровью, посредник Нового Завета, который искупает и очищает нас, чтобы мы могли получить вечное наследие и вечное освобождение.

Здесь мы видим, как тайна воплощения Слова тесно связана с тайной Его смерти и воскресения. Став максимально близким в человечестве Христа, Бог также становится максимально уязвимым. Близость, при всех ее преимуществах, всегда сопряжена с риском. Делая Себя доступным для человека, разделяя наше человеческое состояние, Бог позволяет нам прикасаться к Нему, но так Он открывает Себя и для ударов, ранений и смерти. Но и здесь инициатива остается за Богом: Его смерть – это не случайность, которой можно было бы избежать. Человеческая плоть ранена семенем смертности. И Иисус добровольно принял на себя эту плоть со всеми вытекающими отсюда последствиями. Поэтому Его смерть на кресте – это тоже выбор: отдать Свою жизнь за любовь и до конца. Таким образом, Бог скрепляет кровью Христа окончательный завет, который сильнее самой смерти и сильнее греха, ведущего к ней. Эта сила, проявившаяся в немощи его плоти, – это то, что сияет в воскресении Иисуса Христа.

Только с точки зрения смерти и воскресения Христа можно понять тайну Евхаристии, которую мы празднуем сегодня. Хлеб и вино, элементы повседневной жизни, продлевают и умножают близость Христа во плоти. Но это еще не все. У нас может возникнуть искушение воспринимать в этом присутствии только восхитительное и непостижимое чудо, когда кусочек хлеба и немного вина становятся Телом и Кровью Христа. Если мы обращаем внимание только или прежде всего на физический или метафизический аспект этого «превращения», мы можем свести тайну Божьей любви к философской или богословской загадке. Полное понимание (в вере) евхаристической тайны требует, чтобы мы не забывали, что речь идет о хлебе, который преломляется, о вине, которое дается, именно во время еврейской пасхальной трапезы, которая была лишь предвкушением истинной Пасхи Агнца Божьего на алтаре Креста. Преломленный хлеб означает тело, предлагаемое в жертву, а предложенное вино – это предварение пролития крови.

Участие в Евхаристии – это возможность вступить в контакт с воплощенным, близким и уязвимым Богом, отдающим Себя из любви и скрепляющим с нами завет, который крепче смерти. Речь идет не о том, чтобы «ходить на мессу», «выполнять» обязательства, а о том, чтобы позволить Богу прийти к нам и войти в нашу жизнь, чтобы в Иисусе Он стал близок к нам, отдав Свое тело и излив Свою кровь, и передал нам дар Своего присутствия. Как иудеи перед Моисеем говорили: «всё, что сказал Господь, сделаем», так и мы перед хлебом и вином, ставшими Телом и Кровью Христа, восклицаем: «Смерть Твою возвещаем, Господи, и воскресение Твоё исповедуем, ожидая пришествия Твоего». Мы делаем это не как зрители, а как участники пасхальной тайны (поэтому мы едим и пьем), делая своей плоть Того, Кто принял нашу плоть, чтобы потом отдать ее. 

Не зря Церковь связывает тайну Евхаристии с требованием братства. Это происходит в Страстной четверг, день учреждения Евхаристии и день братской любви. И по этой же причине, по крайней мере, в испанской церкви, День Каритас отмечается в этот день Тела Христова. Во плоти бедняков плоть Христа продолжает страдать и мучиться. Участвуя в Евхаристии, принимая отданное тело и пролитую кровь, мы не можем не быть чувствительными к этим страданиям и не реагировать на них эффективным и конкретным образом.

И именно этим активным участием в Евхаристии мы становимся посредниками этого нового завета между Богом и человечеством, свидетелями этой любви, отдающей себя даже до смерти. Иисус – тот, кто «исполняет все, что повелит Господь» («Се, иду исполнить волю Твою», Евр. 10:7). Соединенные с Ним, особенно через Евхаристию, мы тоже можем «творить волю Его на земле, как на небе». Мы можем спустить небеса на землю, мы можем сделать мир пригодным для жизни Бога Отца и человечества, потому что мы, общаясь со Христом, учимся жить как братья и сестры.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (B)

junio 4, 2021

Lectura del libro del Éxodo 24, 3-8 Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: – «Haremos todo lo que dice el Señor.» Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: – «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.» Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: – «Ésta es la sangre de la afianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

Sal 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18  R. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15 La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia

Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26 Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: – «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles: – «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.» Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: – «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: – «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Cuerpo entregado, sangre derramada

Si la solemnidad de la Santísima Trinidad habla de un Dios cercano que viene al encuentro, la del Cuerpo y la Sangre de Cristo viene a confirmar y realizar del todo esa cercanía y ese encuentro. La cercanía de Dios se ha hecho visible, humana, y se ha puesto a nuestro alcance en la carne de Cristo.

Por medio de Jesucristo Dios y el hombre se han encontrado y reconciliado para siempre. La encarnación del Verbo de Dios en la humanidad de Jesús de Nazaret hay que entenderla desde la categoría de la mediación presente ya en el Antiguo Testamento. El Dios transcendente y absolutamente inaccesible toma la iniciativa y se acerca al hombre a través de mediaciones que permiten reconocerlo y entrar en contacto vivo con Él sin perecer. Por un lado están los mediadores entre Dios y el pueblo: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, los profetas, reyes y sacerdotes… Pero éstos son servidores de la gran mediación que hace de Israel el Pueblo de Dios, y a Yahvé el Dios de Israel: la Alianza. Por eso, de entre todos los mediadores del Antiguo Testamento, destaca Moisés, por medio del que Dios establece con el pueblo un pacto sellado con la sangre de víctimas inmoladas. La sangre que sella la alianza habla de la extrema seriedad de este vínculo, por el que Dios se compromete con su pueblo, y el pueblo con Dios. La sangre era para los judíos la sede de la vida. Sellar un pacto con sangre significa que a los firmantes les va la vida en ello. Y, aunque el pacto implica una cierta igualdad entre las partes (siquiera la de la libertad para aceptar sus clausulas y asumir responsabilidades), aquí existe un claro desequilibrio a favor de Dios: es Él quien toma la iniciativa, el que salva y da la vida y, sobre todo, el que permanece fiel. Israel, por su parte, se compromete a vivir de manera conforme a la voluntad de Dios, que no es una voluntad despótica, sino de liberación y de vida. Por eso, el pueblo proclama solemnemente “haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos”. Aunque después la historia muestra que se va a apartar una y otra vez de esta alianza que le garantiza la identidad como pueblo, la salvación.

Los pactos que no se cumplen acaban cayendo en desuso. Pero no por eso Dios va a abandonar a su pueblo a su propia suerte. De hecho, el mismo pueblo elegido es un pueblo sacerdotal, mediador entre Dios y los hombres: al mirar y elegir a su pueblo, Dios tiene la vista puesta en la humanidad entera. Por eso, el Dios fiel que cumple sus promesas no destruye la alianza, sino que la renueva en una mediación definitiva. Dios supera la infidelidad con la fidelidad, el alejamiento voluntario de su pueblo con el acercamiento definitivo y máximo, que ya no es sólo mediación (que une y separa) sino presencia inmediata: la humanidad de Cristo. En ella se hace realidad lo que en la antigua alianza tenía un sentido simbólico, como la sangre de los animales sacrificados. El autor de la carta a los Hebreos insiste con fuerza en este “máximo” de presencia que no puede ser ya ni superada ni abolida: Cristo, sacerdote de los bienes definitivos, tabernáculo perfecto no hecho por manos humanas, que nos purifica con su propia sangre, mediador de una alianza nueva que nos redime y nos purifica, para que podamos recibir la herencia y la liberación eternas.

Vemos aquí cómo el misterio de la encarnación del Verbo está íntimamente ligado al de su muerte y resurrección. Y es que al hacerse máximamente cercano en la humanidad de Cristo, Dios se hace también máximamente vulnerable. La cercanía, con todas las ventajas que puede tener, conlleva siempre un riesgo. Al hacerse accesible al hombre, por compartir nuestra propia condición humana, Dios nos permite que lo toquemos, pero se expone a que lo golpeemos, hiramos y demos muerte. Pero también aquí Dios sigue teniendo la iniciativa: su muerte no es un accidente que se podía haber evitado. La carne humana está herida por la semilla de la mortalidad. Y Jesús ha asumido voluntariamente esta carne con todas sus consecuencias. Por eso, su muerte en la cruz es también una elección: la de entregar su vida por amor y hasta el extremo. Así Dios sella con la sangre de Cristo una alianza definitiva que es más fuerte que la misma muerte y que el pecado que conduce a ella. Esta fuerza, que se manifiesta en la debilidad de su carne, es lo que resplandece en la resurrección de Jesucristo.

Sólo desde la perspectiva de la muerte y resurrección de Cristo es posible comprender el misterio de la Eucaristía que celebramos hoy. El pan y el vino, elementos de la vida cotidiana, prolongan y multiplican la cercanía corporal de Cristo. Pero eso no es todo. Podemos tener la tentación de percibir en esta presencia sólo el milagro admirable e incomprensible de que un trozo de pan y un poco de vino se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo. Si atendemos sólo o sobre todo al aspecto físico o metafísico de esta “conversión”, podemos estar reduciendo el misterio del amor de Dios a un enigma filosófico o teológico. La plena compresión (en fe) del misterio eucarístico exige que no olvidemos que se trata de un pan que se parte, de un vino que se entrega, precisamente durante la cena pascual judía, que no era sino un anticipo de la verdadera Pascua del Cordero de Dios en el altar de la Cruz. El pan partido significa el cuerpo ofrecido en sacrificio, y el vino entregado es la anticipación de la sangre derramada.

La participación en la Eucaristía es la oportunidad que tenemos de entrar en contacto con el Dios encarnado, cercano y vulnerable que se entrega por amor y sella con nosotros una alianza más fuerte que la muerte. No se trata, pues, de “ir a misa”, de “cumplir” con una obligación, sino de dejar que Dios venga a nosotros y entre en nuestra vida, que en Jesús se nos haga cercano con su cuerpo entregado y su sangre derramada, y nos haga el don de su presencia. Como los judíos ante Moisés decían “haremos todo lo que manda el Señor”, nosotros ante el pan y el vino hechos cuerpo y sangre de Cristo exclamamos: “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven señor Jesús”. No lo la hacemos como espectadores, sino como participantes en el misterio pascual (por eso comemos y bebemos), que hacen suya la carne del que tomó la nuestra para entregarla.  

No en vano, la Iglesia vincula el misterio de la Eucaristía con la exigencia de la fraternidad. Así lo hace en el Jueves Santo, día de la institución de la Eucaristía y día del amor fraterno. Y, por la misma razón, al menos en la Iglesia española, se celebra en este día del Corpus la jornada de Cáritas. En la carne de los pobres, sigue sufriendo y padeciendo la carne de Cristo. Participando de la Eucaristía, al acoger el cuerpo entregado y la sangre derramada, no podemos no hacernos sensibles a esos sufrimientos y responder a ellos de manera eficaz y concreta.

Y es que por esa participación activa en la Eucaristía nos “cristificamos”, es decir, nos hacemos mediadores de esta alianza nueva entre Dios y los hombres, testigos de este amor que se entrega hasta la muerte. Jesús es aquel que “hace todo lo que manda el Señor” (“he aquí que vengo a hacer tu voluntad”, Hb 10, 7). Unidos a Él, especialmente por medio de la Eucaristía, también nosotros podemos “hacer su voluntad, en la tierra, como en el cielo”. Podemos hacer que baje el cielo a la tierra, que el mundo vaya haciéndose un lugar habitable para Dios, nuestro Padre, y para los hombres, porque nosotros, en comunión con Cristo, aprendemos a vivir como hermanos.